Saturday 27 June 2020

Cocinando la moda del cambio.





Ilustración exclusiva MARGAconG




    “Ahora más que nunca…” ha sido el eslogan de la temporada. Hasta para eso hay tendencias. Unos se adelantan y las utilizan con la verdad por bandera; otros… simplemente siguen la estela. Pero habrá que perdonárselo... venimos de un tiempo complejo. Estamos en un momento complejo. Solo hay complejidad si miramos hacia el horizonte. Nada parece sencillo aun habiendo experimentado una de las épocas más extrañas de nuestras vidas.


    Igual que cuando cae un tormentón de verano o afuera arrecia un gélido viento invernal, el mejor lugar donde refugiarse es unánime: casa. Una casa en la que todos nos hemos visto obligados a pasar nuestros más y nuestros menos, en unos meses en los que la única liberación era un aplauso desde la ventana, dorarse las piernas en el balcón o regar las plantas que tímidamente crecían en el patio interior. Casas, refugios, guaridas o prisiones –ojalá las menos, pero por desgracia unas cuantas…–. Casas que se han hecho más que protagonistas y medios, como Architectural Digest España, que lo han dejado más que patente. Obviando su clara vinculación, la revista de diseño y decoración sacó pecho para hablar de lo intangible ¡y llevarlo hasta la portada! El número de mayo/junio de 2020 destacaba de manera insólita en las estanterías de los quioscos. Un fondo blanco enaltecía una Polaroid de luces cálidas y hogareñas. Gracias a su cámara casi recién estrenada, el fotógrafo Salva López “captura la realidad sin manipular” en su diario personal de cuarentena. La imagen se envolvía de un modo atractivo con “Gracias CASA” y “#Soñamosjuntos” –un hashtag que no falte– para rematar el mensaje. Sólo Tapas –de la mano de su hermana mayor Forbes– se adelantó, también con fondo blanco impoluto, a la hora de hablar de la casa más allá del espacio físico. Se pensaba más en un espacio existencial; las revistas querían estar ahí para nosotros como un hogar más en el que refugiarse. En la película “Origen” había sueños dentro de sueños, dentro de más sueños. Y los protagonistas también #soñabanjuntos. En la cuarentena hemos vivido –y soñado– casas dentro de casas, dentro de la casa más importante: nuestra cabeza y todo lo que ella implica. Y, hablando de cabezas, “ya verás. Prueba a abrirla [la revista] por la mitad. Ya tienes un tejado, póntela de sombrero. Una revista es una casa”. Andrés Rodríguez borda cada una de sus cartas como Editor y Director de la revista Tapas y en esta ocasión no iba a ser menos. Pinceladas de casa, de ropa… de refugio. Y es que al final todo lo que nos viste y nos protege, sea un gorro o un tejado, define nuestra existencia.


    En tiempos inciertos el mundo de la moda reacciona. Algunos vuelven atrás, a lo conocido y ¿seguro?; otros, en cambio, evolucionan. Podríamos traer a colación noticias y más noticias sobre cómo Saint Laurent decidió tomar las riendas de su calendario al inicio de esta crisis; sobre cómo la London Fashion Week adoptó un formato digital para retar a la situación mundial; o sobre cómo Dries Van Noten, Isabel Marant y otros tantos diseñadores e incluso grandes almacenes del lujo como Bergdorf Goodman (NY) o La Rinascente (IT) lideran voces para el cambio asociados en movimientos que demandan una reestructuración largamente deseada. Todos sus planes, ideas y manifiestos se habrán trazado en sus casas, en sus cocinas como estudios improvisados. Nuevos entornos para nuevas realidades.

 
Pinceladas de casa, de ropa...de refugio. Y es que al final todo lo que nos viste y nos protege [...] define nuestra existencia

   

 

    No es de extrañar que la colección Resort 2021 de la marca escandinava Ganni tome acción precisamente en una cocina. Y, para más inri, en un espacio cálido y en apariencia nada estudiado. Esa planta que se recupera del duro invierno, el bote de cereales que anoche te dejaste abierto en un ataque de gula o el paquete de harina que vaticina el último bizcocho del encierro. Lo cotidiano para materializar los códigos de una de las marcas del momento. Parecen perfectas una encimera marmórea, unas cajoneras azul cielo o unos pomos de cristal multicolor para enmarcar el propósito que la diseñadora Ditte Reffstrup confesaba a Brooke Bobb, de VOGUE RUNWAY: “desmenuzar [perdón por la apropiación de la traducción] sus colecciones y elegir a sus ‘darlings’”. La moda y sus darlings son algo que podríamos extrapolar a muchos contextos. Pero, sin duda, un gran cariñín de fotógrafos, estilistas, marcas y diseñadores es la cocina. Ganni no llega la primera, pero sí en el mejor momento para hablar de ello. Desde hace décadas, portadas de revista, campañas de RRSS y editoriales han elegido este entorno fetiche. También lo hicieron otros lookbooks similares al de Ganni: Trademark empleó este recurso para presentar su colección Fall 2015 y Gucci hizo lo propio en su Pre-Fall 2018

 

     ¡Ay la moda, ay el amor, ay los sueños! “La moda es la mejor herramienta para ayudarnos a soñar”, aseguraba Giorgio Armani en una entrevista con una ciertamente escéptica YoDona. Era 2008 y  presentaba como colaborador la exposición del MET “Superheroes: Fashion and Fantasy”. Eran otros tiempos; ahora los héroes y heroínas son otros y tuvieron que vestirse hasta con bolsas de basura para resistir a un virus traicionero mientras salvaban vidas. Además de dándoles una merecida ovación en portadas como la de British Vogue en su edición de julio 2020, la moda a ellos también les ayudará a liberarse, a superar un tiempo que ha dejado marcas en su frente, en sus ojos y en su corazón. Por el momento no podremos disfrutar de la moda liberadora bailando en algún club, besando al primo lejano de nuestra mejor amiga que se casa de manera aplazada o sencillamente paseando divinos por la calle Fuencarral sin pensar en la distancia de seguridad. Quizá dentro de unos meses volveremos a estar confinados, vestidos de gala para tomar unos copazos en el balcón. Sea como sea, eso es el mañana. Si algo bueno hemos descubierto en este tiempo, sin duda es nuestra capacidad de compromiso social y la consciencia de que en “el interior” hay mucho más de lo que creíamos conocer. Cuánta razón tenía Salva López al asegurar a Architectural Digest que “cuando salgamos ya no seremos los mismos”. Seremos mejores.









Sunday 20 January 2019

Centauros rosas sobre la nieve.




Primavera 2019 vía Vogue Runway / Vogue España






    Invierno, ¡qué frío! Frío, ¡sabañón! Sabañón, ¡rosa! Hay cosas en la vida que van de la mano. Algunas lo hacen de manera casi inexorable, como todas las anteriores. En cambio, otras te sorprenden. Alguien vestido de colores llamativos en pleno invierno, por ejemplo. O, más asombroso aún, descubrir que dos exposiciones, casi simultáneas, versan estos meses sobre la historia del color rosa a ambos lados del Atlántico. Dos eventos que rompen una escena gris propia de la época como vibrantes explosiones de color en medio del frío polar. Nueva York y Madrid son protagonistas de un discurso enmarcado por un contexto social reivindicativo muy ad hoc pero también inesperado por su temporalidad y la sorpresa por dos títulos que parecen hermanados: ‘PINK. The History of a punk, pretty, powerful color’ (The Museum at FIT – Fashion Institute of Technology, 7 de septiembre de 2018–5 de enero de 2019) y ‘La Vie en Rose’ (Museo del Traje, 16 de noviembre de 2018–3 de marzo de 2019).

    Los afortunados visitantes de ambas expos podrán valorarlas con perspectiva y, sin duda, obtendrán una interesante lectura sobre la relevancia del color rosa en la Historia de la Humanidad. “Su uso en el mundo contemporáneo lo ha cargado de nuevos significados y ha demostrado el potencial de un color estigmatizado a veces por su propio atractivo”, proclama el folleto de la exposición ‘La Vie en Rose’ sobre el color en cuestión. Un folleto que, por cierto, el Museo ofrece gratuitamente en físico o digital y que nada tiene que envidiar a muchas publicaciones de moda por las que pagamos dineros y dinerales. “Desde 1850 hasta el 2000, el paradigma dominante podría ser descrito como ‘Pretty in Pink’”, con estas palabras retaba Valerie Steele, directora de The Museum at FIT, al pensamiento del visitante. Un desafío basado en la libre interpretación de ese “pretty”, porque lo bonito, hermoso o precioso depende, en buena medida, de los cánones, modas y gustos de cada época. Nada mejor para afianzar esta tesis que citar al historiador del color Michel Pastoreau: “el color es un fenómeno natural [...], pero también una compleja construcción social. No hay una verdad transcultural sobre la percepción del color… Es la sociedad la que ‘hace’ el color, lo define, le da significado”.

    Marchetti Simone se dejó ver en la última Milano Fashion Week vistiendo de color rosa. De hecho, este color se ha convertido en su seña durante las últimas Semanas de la Moda. Para la fortuna colectiva, el flamante nuevo editor in chief de Vanity Fair Italia podría haberse convertido en el estandarte del cambio ayudado por las exposiciones que dan forma a este artículo. Valerie Steele, también comisaria de la exposición ‘PINK’ reflexionaba que “en el siglo XVIII [...] el color rosa era el color más de moda entre caballeros y damas. En el siglo XIX, se feminizó a medida que los hombres euro-americanos adoptaron el traje negro”. ¡Qué gran pérdida! Y es una verdad en boca de todos, como demuestran Lucina Llorente y Juan Gutiérrez en sus textos para ‘La Vie en Rose’ al asegurar que “en el siglo XIX, el hombre burgués trabajador se desprende del color en su atuendo y reduce su uso a chalecos o corbatas, algunos de color rosa, que no estaba todavía asociado preferentemente a lo femenino”. ¡Al menos el rosa aún estaba a salvo...! Pero duró poco tiempo en manos de unos hombres que a principios del XX “habían adoptado ya una estética marcada por la renuncia al color y el desinterés hacia las novedades en materia de modas indumentarias y decorativas”, según se afirma en el folleto de la exposición de El Museo del Traje. Marchetti Simone no está solo; lo acompañan figuras de la talla de Nick Wooster, Alex Badía, Simone Monguzzi y muchos otros. Una revolución rosa que está enmarcada por las propuestas de casas de moda reconocidas. La pasada Primavera 2018, Ermenegildo Zegna, Tom Ford y Versace encendieron la llama junto a otros tantos. La cercana Primavera 2019 se sumarán Dior Men, Ann Demeulemeester y, tirando de orgullo patrio, García Madrid. Todos ellos proponen trajes sastre impecables. Impecables, pero nada constrictores; todo lo contrario. Sus líneas relajadas inspiran la brisa primaveral. Y parece que para correr por el campo, muchos dejarán sus americanas rosas en casa. En la práctica, según lo observado entre todos los pioneros de estilo antes mencionados, la prenda estrella será el pantalón rosa. Las marcas de moda vestirán a un batallón de centauros. Centauros rosas. Delicados y a la vez poderosos. Sutiles y a la vez valientes. Puede parecer osadía, pero no resulta descabellado si de nuevo recordamos a Michel Pastoreau afirmando que “es la sociedad la que al color da significado”.

    El rosa estaba denostado, no merecía un hueco en el armario masculino. Y menos aún si pensamos en él ateridos de frío y con sabañones en las manos. Pero quizá las cosas estén a punto de cambiar. Con dos exposiciones engrandeciendo a este color con tantos significados, quizá se avecine un nuevo momento para su gloria histórica, un punto de inflexión digno de mención en exposiciones venideras. Una nueva masculinidad, colorista, delicada y poderosa. Un batallón de hombres que podrían correr en estampida hacia un nuevo y rosado mañana.










    1   js Roques  –  J'aime tout chez toi  [via LOOKBOOK]
    2   The Best Street Style from Stockholm Fashion Week Fall 2018 shot by Joanna Totolici  [via Vogue Runway]
    3   The Best Street Style from the Paris Spring 2018 Menswear Shows shot by Phil Oh  [via Vogue Runway]
    4   The Best Street Style from the London Spring 2019 Menswear Shows shot by Gianluca Senese  [via Vogue Runway]
    5   The Best Street Style from Pitti Uomo  –  Marchetti Simone  [via GQ]
    6   The Best Street Style from Milan Men's Fashion Week SS2018  –  Marchetti Simone  [via BURO.]
    7   Phil Oh's Best Street Style Photos From Paris's Spring 2019 Menswear Shows  [via Vogue Runway]
    8   Pinky and the Brain  –  Simon Rasmussen  [via Instagram]
    9   Phil Oh's Best Street Style Photos From Paris's Spring 2019 Menswear Shows  –  Dan Thawley  [via Vogue Runway]
  10   Phil Oh's Best Street Style Photos From New York's Spring 2019 Menswear Shows  –  Alex Badía  [via Vogue Runway]
  11   Nick Wooster  [via Julie Ragolia's Instagram]
  12   Phil Oh's Best Street Style Photos From the Paris Spring'18 Menswear Shows  [via Vogue Runway]






Tuesday 1 January 2019

Redes, Machos y una masculinidad infravalorada.




Ilustración exclusiva  ALVAR ALCALDE






    Mi amiga Sara me ilustró el otro día sobre cómo ser un instagrammer de pro. Ya no basta con quedarse dentro del baño de masas y likes; ahora descubro que ahí afuera existe una APP que analiza quién te deja de seguir, cómo, cuándo y qué sé yo más.

    Otro día, no el mismo, comprobé que un ligue de Grindr ya no me seguía en Instagram. Por el método rudimentario y sin APP-espía-de-seguidores instalada, pero lo descubrí. La curiosidad mató al gato.

    Y toda esta jugada la comento con mi amigo Nacho mientras nos echamos unos bailes en la TANGA!, un fiestón gay madrileño. Manda narices que nos acaben de poner a La Carey cantando ‘All I Want For Christmas Is You’ a mediados de noviembre y entre tanto maromo intentando pillar cacho. Carne para la noche. ¿Quién desea realmente a ese hombre maravilloso por Navidad? ¿Quién de todos aquellos que tienen el Grindr enchufado mientras bailan y otean al personal colindante? ¿Quién de todos los que cantan semejante hitazo sin un ápice de verdad o consciencia? Teatro, puro teatro.

    Aceptación, popularidad, rechazo, masas… subnormalidad mundana como una historia más en la gran Capital. Envuélvelo en cascabeles, nieve y brillante espumillón y ahí lo tienes: el colmo de la feliz hipocresía social. Hoy te quiero, mañana ya no. Pensamos que evolucionamos, pero hay días (uno, otro y el de más allá) en los que me siento en un baile de salón de los de antaño. Hombres frente a mujeres. Miradas furtivas, agresivas o de soslayo. Distancias cortas que parecen kilómetros, tan lejos y a la vez tan a mano. Triunfo del más lanzado, que se llevará a ‘la guapa’ del pueblo. Pobre del último, del rezagado, que se quedará con ‘los restos’. Pero… ¡espera!… ¿pobre o afortunado? De repente su amor me resulta más sincero. Quién sabe si por falta de pretensiones, por sus pies sobre la tierra o por gozar del candor de la vergüenza y la magia del directo. Pienso en lo incierto y en lo inesperado. Pienso que hoy seguimos bailando como los de antaño. Ya no son valses ni swings. Ahora la tontería social y el amor idealizado arriman cinturitas. Y si el perreo domina la pista de baile de alguna fiesta navideña, con sus luces y sus polvos estupefacientes... ¡ya ni te cuento!

    La Navidad… días en los que muchos escriben sus cartas al barbudo vestido de rojo o a los tres del camello antes de salir a bailar. Días en los que tantos anhelan un buen novio envuelto para regalo; quieren a ‘la guapa’ de la fiesta para abrazarse al llegar a casa. Y, cómo no, ninguno olvida tirar de catálogo y pedir que su regalo tenga toda clase de atributos físicos, mentales y sociales. Vamos, un novio diez.

    Esta será mi tercera Navidad en Madrid. No soy ‘gato’ pura sangre, pero como si lo fuera. Tampoco he pedido un hombre; no este año. La Capital me ha hecho disfrutar, jugármela y aprender hasta quemar la mitad de mis siete vidas. Pero este año me resisto a esperar a que ‘ese hombre’ salga de una caja con lazote en la cabeza. Madrid me ha enseñado mucho, de hombres y de temeridad. Una de ellas, lanzarme al mundo del ligoteo vía APP. Con mi eterna negación por bandera, siempre rechacé ese tipo de hábitos ‘ligeros de faldas’, pero no puedes valorar algo hasta que no lo has probado. Metidos en faena… comprobé todas y cada una de mis teorías, ¡qué ojo avispado! Yo, que pienso en bailes de salón a estas alturas de la civilización, me sentía en la aplicación como un observador furtivo de las últimas páginas de un periódico local, con sus chicas de compañía a golpe de teléfono. Como novedad, muchos de los ‘compañeros’ de esa APP zumbaban en la pantalla del móvil saludo, foto de cara o rabo en mano. Según fuera la suerte del día, conseguiría conversación, café o casquete. Con otro poco de suerte, alguien con dos dedos de frente. Y con otro poco más de suerte, me acabaría dando cuenta de que yo era un borrego más haciendo scroll down, creyéndome mis dos dedos de frente, mi cara guapa y mi potencial de ligoteo.

    Muchos defienden que Grindr es un espacio para mucho más. Oportunidades más allá de la carne magra, fibrada, siempre ardiente. J.W.Anderson lo intentó con su desfile masculino para Primavera 2016, que se difundió en streaming exclusivamente en la APP. Según palabras del diseñador, extraídas de un artículo de Dazed que se hacía eco de la noticia: “Todos somos humanos, por lo que todos tenemos que ser atractivos para alguien de algún modo”. Emma Hope Allwood, autora del susodicho artículo, añadía: “El desfile en directo supondrá un empujón de positividad e innovación a sus reputaciones –una de las cuales [la de Grindr] está definida de un modo discutible por el cruising nocturno y el chemsex”. ¡Aaaaaay amiga! Diste en la diana. Y es que si yo me presento a una cita conseguida en Grindr con “un short-peplum y botas de cuero hasta la rodilla”lookazo de JWA mencionado en el artículo– bien me sé lo que ocurrirá... Y eso que, para llegar hasta esa situación, seguramente habré tenido que superar varios filtros de la auto-acuñada ‘OEFC’ (Obsesión Enfermiza por la Foto de Cara). Que si está borrosa, que si muy oscura, que si se ve de lejos… para acabar descubriendo que cualquier accesorio o elemento perturbador tales como el pelo de un color diferente o unas gafas más especiales de lo común minarán tus posibilidades de lucir shorts, botazas, encajes y demás fantasías en un encuentro face to face. Mira que mataría por ir vestido de pies a cabeza de J.W.Anderson o de LOEWE, pero me descojono si pienso que un ligue de Grindr me desvestiría y me buscaría las carnes con semejantes ropajes. Pero más me descojono del panorama social vigente, plagado de individualistas sin perspectiva ni motivación para profundizar en una persona más allá de la imagen. Levanto la mano el primero, insisto. La carne es la carne y a subnormal y borrego no me gana nadie.

    Soy un gato. En Madrid. Y, si así están las cosas, prefiero no ligar. Prefiero vestir como me dé la gana, comportarme como me dé la gana y vivir como me dé la gana. Independiente. Subiendo a los tejados para ver a la gente pasar. Me caeré una y mil veces. Por tonto, por gilipollas, por patán. Pero, recordad, aunque no me queden las siete vidas, aún tengo alguna para guerrear.









Friday 9 February 2018

Traición a la Alta Costura, en diferido – ignorant. x VERRE




Ilustración  MARTIN DE BRUIN




    Ver los últimos desfiles desde la pantalla del ordenador no equivale en absoluto a presenciar el mismo evento en vivo y en directo. Música, luces, modelos y percepción 360º –si tu posición en el sitting te lo permite, claro está–. Un ambiente inigualable que te pierdes por no ser el agraciado poseedor de una invitación VIP, un pase de prensa o no tener un colega bien posicionado que te invite a los mejores saraos. ¿Y qué le vamos a hacer? Sin apellido de alta alcurnia, estatus profesional respetado, amigos enrollados o… ser un caradura en toda regla, no queda otro remedio que quedarse en pijama en el sofá, pues así es como te toca trabajar. Un crítico al estilo couch potato, estático, panzudo y sedentario. ¡Con razón uno se vuelve ácido! Sin la magia embriagadora del momento, no aseguraré una crítica más objetiva pero sí más intransigente y, como dicen últimamente los modernitos, más hater. Eso sí, a mí nadie me arrebata el glamour de la ocasión. Si tengo que ver los desfiles en diferido y en pijama, bien contento me casco unos tacones y me sirvo un copazo para disfrutar de la velada. ¡Y todo sin salir de casa!

    Más low cost no puede ser la escena que os acabo de montar. Me serviré otra copa, que hoy toca revisar las colecciones de Alta Costura. Couture! La palabra, dicha en su francés más intrínseco, suena de por sí a la antítesis de lo barato. “Si hay algo que nos guía esperanzadamente a la Alta Costura, eso es sin duda el deseo de encontrar algo que admirar”, reflexionaba Sarah Mower en su último artículo para Vogue Runway. Y es que la Alta Costura tiene la capacidad dual de hacerte sentir en el inframundo del poder adquisitivo y en el cielo maravillado del buen hacer, la belleza y la magia de la moda. A Maria Grazia Chiuri se le llenaba la boca susurrando a la señora Mower un “oh, esto es lo bueno de la Alta Costura. Todo lleva su tiempo. No se puede acelerar. Es un buen momento para pensar”. ¡No te jode! Pero yo tengo que sacar adelante esta crítica robándole tiempo al tiempo. Otra copa, a ver si me inspiro. Seguro que las Couturistas están todo el día tomando champán del bueno, así que yo me apunto. ¿No habíamos dicho que los no-pudientes necesitamos la Alta Costura para encontrar algo que admirar? ¡Admiremos la vida de aquellas agraciadas con el disfrute de la moda en su estado más elevado! Glamug, Cutug! A la tercera o cuarta copa, la dosis de Ohte Cutug vista desde el sofá le hace a uno creerse frangsés. Cuidadín que no me plante un vestidazo hecho con la manta del IKEA en un pispás. El que avisa no es traidor.

    Pero la Alta Costura ya no es lo que era. En el mejor y en el peor de los sentidos. Si de traiciones hablamos, varias pueden haber sido las acaecidas en los últimos años. La más notable de todas ha tenido, sin embargo, resultados de lo más refrescantes. Los vestidos de alfombra roja con volúmenes embelesadores y bordados asombrosos han dejado un hueco merecido a un registro más diurno, menos de gala, más ‘real’. Pantalones, blusas de apariencia desenfadada, abrigos y chaquetas masculinas e, incluso, algún cameo de deportivas entre tanto refinamiento. Mucho de esto se lo debemos a Raf Simons, que reconstruyó Dior de pies a cabeza tras el ‘Escándalo Galliano’. Pero ahora ellos no vienen a cuento. Raf saltó el charco para hacer maravillas en CALVINKLEIN [incluso jugando a ser couturier en las Américas con el proyecto Calvin Klein By Appointment]. John Galliano, por su parte, está muy ocupado haciendo de las suyas en Maison Margiela [que, como podéis observar, perdió el ‘Martin’ intermedio y, con él, se esfumó toda la esencia de la marca]. Y, con todo el respeto al Káiser, correremos un (es)túpido velo sobre la soporífera maison Chanel, que lleva haciendo lo mismo desde hace siglos. Son Valentino y Givenchy quienes merecen nuestra total atención; así como sus flamantes nuevos líderes de navío, responsables del éxito de su renovado registro couture.

    Pierpaolo Piccioli es digno de mención honorífica, de premio summa cum laude, ¡de ser bañado en oro y expuesto para la admiración colectiva! Desde que Maria Grazia Chiuri abandonó el tándem creativo que conformaban al frente de Valentino, el señor Piccioli está dando el do de pecho colección tras colección. Y cometiendo traición tras traición, pero de las buenas. El romano ha conseguido hacer y deshacer a su antojo, buceando en los archivos a la par que enfoca el espíritu de la casa hacia un público joven y sediento de iconos. En definitiva, Pierpaolo está bordando su propia historia. La colección de Alta Costura para Primavera 2018 presentada recientemente en París no fue sino un nuevo ejercicio de excelencia creativa. ¡Semejantes sombreros de plumas auguraban, desde la primera salida, algo verdaderamente exquisito! Y así fue. Inteligente, el director creativo no olvidó vestidos que asegurasen la venta y los suspiros de las clientas más tradicionales; pero tampoco desaprovechó la oportunidad de transgredir con looks de oficina, tops de aire deportivo, pantalones y gabardinas. Todos ellos, eso sí, con hechuras impecables. Por no hablar de una magnífica paleta cromática que a otros muchos creadores inspiraría un vértigo atroz. Bravissimo!

    Pocos y neutros fueron los colores en Dior. Pobres e insulsas, sus propuestas. De no ser por un plan de comunicación bien armado, una inspiración interesante y unos accesorios diseñados por Stephen Jones, el trabajo de Maria Grazia Chiuri hubiera quedado relegado a los últimos puestos del ranking. Si bien es cierto que los trabajos de patronaje y bordado serán exquisitos, no resulta suficiente con unos antecedentes como los mencionados en párrafos anteriores. Galliano fue exceso, creatividad torrencial, dramatismo y absoluta teatralidad. Marcó una era en la maison Christian Dior, un listón muy alto que nunca se pensó superable. Y, en cambio, apareció en escena Raf Simons, ‘el Minimalista’ venido de Jil Sander cuyo trabajo conceptual rompió esquemas y definió un nuevo capítulo en Dior, en su prêt-à-porter y, a lo que hemos venido aquí, en su Haute Couture. ¡Grande Raf Simons! Si volvemos a pensar en la traición, salvamos a la señora Chiuri por su respeto a los archivos originales; pero la culpamos de haber obviado el legado de sus predecesores inmediatos.

    Estar a la altura de las circunstancias no debe ser fácil, nadie lo niega. Las mismas cuestiones sobre la valía de Maria Grazia sobrevolaron las dotes creativas de Clare Waight Keller, nueva mente pensante de Givenchy. Su antecesor, Riccardo Tisci, proyectaba una gran sombra tras haberse convertido en el máximo representante de la marca desde 2005 hasta 2017. Una no muy aplaudida colección para Primavera 2018 hizo pulular dudas sobre las capacidades de la nueva directora creativa, pero Clare supo acallar voces con su colección de Alta Costura para la misma temporada. Chaquetas impecables, vestidos delicados y arrebatadores, patrones precisos y ¡gabardinas de látex! Una mujer, al igual que Maria Grazia, liderando una casa tradicionalmente dirigida por hombres. Una mujer que encarna, en colectividad, un movimiento que copa titulares, protestas y nuevas ideologías en nuestros días. Una costura inteligente que demuestra, en palabras de Sarah Mower de Vogue Runway, “un equilibrio empático entre auto-protección y auto-proyección”.

    C’est ça, c’est la Couture! Así es la Alta Costura, una coraza donde refugiarse y un espejo con el que mostrarse. En definitiva, y para los que puedan, una herramienta de expresión única e inigualable. Y, por supuesto, un motor del cambio responsable, en parte, del mensaje de la sociedad de cada momento. La imagen va más allá del materialismo, es un lenguaje evolutivo, de protesta y de auto-conocimiento. No sólo de admiración se vive y hasta los más plebeyos podemos tomar ejemplo. Venga, última copa y me aplico el cuento.









Wednesday 24 January 2018

Sexcess! – ignorant. x VERRE





Ilustración exclusiva  IGNACIO LOBERA






    Anna Dello Russo bien podría ser considerada el epítome del sexy y el exceso en la década del 2010. A un par de años de rematar esta década que vivimos, el ciclo ya empieza a evidenciar sed de cambio. La época ha estado marcada por un furor inusitado por la gente de la calle, eso que llaman ‘street style’. Incluso las hordas de miradas curiosas, siempre con el objetivo de sus cámaras réflex haciendo de filtro entre cazador y presa, fueron objeto de atención, admiración y estudio. Suzy Menkes, respetada crítica de moda, ya reflexionaba de una manera muy interesante –sin dejar de meter el dedo en la llaga de unos cuantos– sobre la obsesión casi enfermiza por los “pavos reales”. Personas anónimas o estrellas encumbradas por el propio fenómeno streetstyler se pavoneaban a la salida de los desfiles de las principales Semanas de la Moda. En ‘The Circus of Fashion’, la periodista recordaba que “antaño fuimos descritos como ‘cuervos negros’ – nosotros, la gente del sector que nos reuníamos frente a algún edificio abandonado del downtown uniformados en Comme des Garçons o Yohji Yamamoto. ‘¿De quién es el funeral?’, murmuraban los paseantes con una curiosidad entre silenciosa y macabra mientras hacíamos cola para los desfiles más underground y deseados de los noventas”.

    Lo sexy parecía reservado –y denostado, por la inevitable evolución de las tendencias– para marcas que no supieron superar el boom de la ropa con poca tela que definió los Aughts [2000s]. ¿Quién no recuerda la fiebre por los pantalones que hicieron de la distancia ombligo-chichi una ruta kilométrica y desnuda? Tal y como la Teoría del Péndulo sugiere, la década del 2010 ha estado marcada por un estilo que parece sacado de aquellos tiempos que Suzy Menkes recordaba en su artículo: los 90s. Mucho tejido, abrigos de paño, layering y raya diplomática. Bambas blancas, raya al medio en melenaza desenfadada, vaqueros de antigua y camisetas de algodón sin gota de strass. Se podría decir que el patrón de estética femenina protagonista de la segunda década del Nuevo Milenio ha sido moldeado por el conceptualismo, el diseño nórdico, bastante vintage de Hermès, ‘Salvados por la campana’, algunos retazos de estética asiática y… ¡Phoebe Philo! Ella, que se entregó al sexy en Chloé allá por los dos miles, lo dejó todo para ser madre y volvió a escena como la mujer madura que definiría una nueva era en la casa Céline, como ya comentamos en ‘episodios ignorantes anteriores’.

    Anna Dello Russo viste en algunas ocasiones de Céline, pero a su manera. Diríamos que nada en su guardarropa podría resultar digno del imaginario de la Señora Philo; pero un encuentro azaroso en internet aviva nuestras incógnitas. ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? Son pocos los documentos gráficos que circulan por la red sobre el pasado avant-excès de la estilista. Cuando la ciencia del street style nos había convencido de que todo en ella era exceso, poca ropa, sexiness y taconazos… nos topamos con un par de fotos de archivo en las que ¡¡no parece ni ella!! Helmut Newton capturó en 1996 a una Anna fumadora, pensativa o quizá con ánimo alicaído, envuelta en un larguísimo abrigo de paño, zapato plano… ¿muy de ahora, cierto? Está claro, aquella mujer apesadumbrada necesitaba una fashion shower. Y así fue, Dello Russo sintió la llamada. ¡Ella quería más! ¡Necesitaba más! ¡Sexo y exceso! SEXCESS! Y, aunque en los últimos tiempos parezca más sosegada, su buena semilla sembró en las nuevas camadas. Una musa como lienzo en blanco, atrevida y deseada. La carne fresca del sistema moda, quién sabe si de manera autónoma, por ciencia infusa o inspiración deliberada, se está subiendo al carro de lo sensual, lo sexual, algo incipiente, ¡caliente! ¡Lxs jóvenes diseñadorxs quieren que sus mujeres encarnen un nuevo sexy!

    Mucha gente no tendrá ni idea de quién es Anthony Vaccarello, pero Anna Dello Russo supo ponerle en su radar a tiempo. Certera e infalible, como acostumbra la editora de moda, vistió en numerosas ocasiones la micro-provocación –por la talla, los visto-no visto y el largo de sus faldas– a la que el diseñador belga nos tenía acostumbrados antes de echar el cierre a su propia marca. Muchos no sabrán quién es Anthony Vaccarello incluso a día de hoy, incluso cuando el motivo del citado cierre fue su reciente nombramiento como líder del barco titánico llamado Yves Saint Laurent (o Saint Laurent a secas, por obra y ¿gracia? de Hedi Slimane). ¿Ahora empieza a interesarnos un poco más, verdad? Pues sí, señoras y señores, el joven diseñador está bordando sus primeros pinitos en la maison francesa. Atrás quedaron las rockeras de Los Ángeles a lo Courtney [Love] trasnochada que tanto le gustaban al Señor Slimane, quien dirigió la marca de 2012 a 2016. Algo faltaba en una casa creada por un hombre que puso a Laetitia Casta a desfilar cual Eva en el Edén o, me atrevo, cual púber centáuride en ‘Fantasía’ (Disney, 1940). Un hombre que definió el sexy del modo más inesperado y certero: una mujer con traje sastre. Un hombre, Monsieur Yves Saint Laurent, cuya aportación al armario femenino del último siglo es digna de alabanza.

    Otro que, en menor espacio-tiempo pero con una fuerza apabullante, está marcando el momento es Simon Porte Jacquemus. A pesar de su eclecticismo curioso, que podría ser consecuencia de la precocidad creativa y empresarial y de una mágica búsqueda de identidad en pleno desarrollo, el documentalista Loïc Prigent no duda en destacar que “sus prendas son sexis de un modo en el que ninguna otra marca avant-garde lo es; nunca es tirado, nunca es demasiado”. Su colección para Primavera/Verano 2018 ahonda en el sexy más literal de un modo fresco, nuevo y arrollador. El ojo entrenado de Sarah Mower, de Vogue Runway, supo verlo enseguida: “Porte Jacquemus se siente totalmente cómodo diseñando para el tipo de clima en el que a las mujeres les va de maravilla no vestir demasiado”.

    Lo sexy estaba polvoriento. Mucho Versace, mucho Cavalli, mucho Pucci, mucho Gucci. Hace un suspiro, todas ellas nos sabían a hortera de bolera, a sexy barato. ¡Pero, ojo! Pensad en cada una de esas marcas ahora. La vuelta de un aire de sexualidad se ha entremezclado con frescura, juventud y nuevas mentes pensantes con resultados sublimes. Ninguna de ellas se quedó atrás en la jugada. O quizá sí, esperando a una nueva hornada de estética sexualizada. Todas ellas son casas de moda de renombre y su máxima es, tarde o temprano, ser el símbolo de su tiempo. Cada uno elige qué o quién ser en la cama. Unos se dejan hacer; otros mandan. Sexo y exceso, ¡prendamos las sábanas!













Wednesday 10 January 2018

Bratz, iconos y las chicas de hoy en día – ignorant. x VERRE


Ilustración  SUSANA LOPEZ





    Gigi Hadid tiene una Barbie propia. Para ser más exactos, tres Barbies propias. Tantas como colecciones atesora en colaboración con Tommy Hilfiger. “La muñeca […] pretende pasar a la historia de la marca como uno de sus iconos pop”. ¡Redoble de tambores! Apareció la palabrita mágica en un artículo de Modaes.es: ‘icono’. Tommy está loco por volver a ser icónico, por estar en boca de todos. Y si ese ‘todos’ lleva el etiquetón ‘millenial’, mejor que mejor. Atrás quedó su boom de los noventa que incluso se alargaría hasta los dos mil entre los provincianos de polito con cuello almidonado. Pero hoy, a pesar de los shows desorbitados y las comentadas colaboraciones con Gigi, no parece que el diseñador esté dando, certero, en el blanco. ¿Primer síntoma?: aliarse con Barbie cuando ella misma capea el temporal a golpe de bótox y valor icónico sin componente de actualidad. [Incluso su nueva gama ‘Fashionistas’, con una gran variedad de cuerpos y personalidades, demostró nuestra capacidad de desprecio, olvidando a ‘las menos agraciadas’ en las baldas de todas las jugueterías].

    Si tecleas ‘icono’ en el Buscador de Google –y, de primeras, no “deseas tener suerte”–, los resultados son variopintos. La página uno se convierte en una cruzada por la mejor definición del término, con la RAE, WordReference y Wikipedia batallando por el protagonismo. [Es, de hecho, a la última combatiente a donde te dirige Google cuando te siente suertudo en tu búsqueda de ‘iconos’]. Gadgets y tecnología completan la oferta a nuestra búsqueda, entre los que destaca el Observatorio Español de I+D+i [¡Sí señor! Da gusto pensar que la cultura, el desarrollo y el conocimiento están por encima de la fiebre icónica de nuestros días]. El primer atisbo de la acepción más denostada del término aparece de soslayo en la segunda página. Sí, bien es sabido que ahí ya empieza todo a estar a oscuras, que ni por asomo nos atreveremos a cruzar el umbral de la página tres. “La curiosidad mató al gato”. ¿Son los dichos y refranes también iconos? Si los entendemos como frases “reconocidas por tener una significación especial, representar o encarnar ciertas cualidades únicas o diferenciadoras”, quizá sí. Pero no vayamos por estos derroteros, que no somos teóricos lingüísticos y la RAE, madre todopoderosa que debería estar ahora mismo empeñada en que nuestra sociedad no se olvide de utilizar el imperativo, ni siquiera reconoce esta acepción de lo icónico. Será por eso, por el factor novedad, por lo que la primera vez que Google decide ponerte en bandeja un ‘icono’ tal y como aparecería en alguna revista de moda –de las que te entretienen en la pelu–, de deportes –futbolera, a ser posible– o de adolescentes –DEP SuperPop– es sumergido en una amalgama hashtagueada en Twitter. Si nos adentramos un poco más, con escudo protector a mano por lo que pueda pasar, descubrimos que es Britney Spears el resultado icónico casi más reciente. Britney Spears, carne de 2000. Britney, que se rapó la cabeza, loca-del-coño por lo que supusieron aquellos años de éxito, fama e... iconos. La señorita Spears, que ahora prefiere pintar cuadros de mierda –ups, disculpen la ordinariez impulsiva– y subastarlos por cifras astronómicas. ¿Quizá estemos locas-del-coño todos los que crecimos en el nuevo milenio pegados a la MTV? Menos mal que lo de Britney fue por fines benéficos.

    Yo no veía demasiado la MTV, pero sí que leía las SuperPop de mis amigas, tenía la habitación empapelada con estrellas pop y escuchaba ‘I'm a Slave 4 U’ y otras joyas del disco 'Britney' hasta quemar la minicadena. Las que me observaban atentas, deseando mover el esqueleto, sí que eran un icono –¿qué digo icono? ¡ICONAZO!– de la época: las Bratz. Que yo fisgaba en las revistas para pre-adolescentes efervescentes de mis amigas es un hecho, pero sus muñecas... uf, ¡qué pereza daba Barbie por aquel entonces! Sin embargo, las Bratz fueron pura novedad, fueron el grito del momento, una creación excelente. ¿Una idea que supo adelantarse a su tiempo? ¿O, en cambio, un estímulo que sembró la semilla y marcó el futuro que estaba por venir?

    Estas Navidades no hay Bratz en las estanterías de centros comerciales y jugueterías. Fijaos bien, ¡ni una! Y no paro de cuestionarme el por qué de su desaparición. Sus años de declive han sido más que evidentes. Se acabaron los viajes, las temáticas, los accesorios y las nuevas amigas en el grupo. Una jartá de gadgets y una transformación en zombis y otros bichos de ultratumba –porque de repente todas las muñecas del mercado querían ser Monster High– fueron las estrategias presuntamente más viables... por no hablar de llevar sus inicialmente originales piezacos al summum de la deformidad y la hinchazón monstruosa... ¿En serio era necesario? ¡¿En serio?! Dicen que hay series que deben terminar en la primera temporada. Y a muchos no les falta razón. Pero siempre se espera un final soberbio, digno del recuerdo eterno. A las Bratz les ha condenado el olvido... Ellas mismas bailaron sobre su tumba, celebrando tanta fiesta de Halloween. ¡No hay más que ver cómo acabaron con los pies, las pobres!

    Las que tampoco tienen pies para escapar muy lejos son las jóvenes de nuestro tiempo, subidas a unos andamios que cada mañana en el metro me dejan anonadado. Aún recuerdo cómo el fenómeno Jeffrey Campbell comenzó de manera aislada hace unos cuantos años, pero paulatinamente fue calando entre los más tendenciosos o frenéticos de la moda. Éramos los ‘bichitos raros’ entre peep toes con lo justo de plataforma. Nuestros zancos, brutos y oscuros, eran una atrocidad para todas las sexis ‘mediterráneas’ –acepción, por seguir con el juego de diccionarios, que yo mismo he acuñado a lo largo de los años para definir a un cliché de clienta española típica–. Y resulta que ahora son esas mediterráneas las que calzan andamios ortopédicos. ¡Si la difunta Solestruck levantara cabeza! Todas esas chavalicas que veo en el metro completarán su look con sudaderas de tío, mallas de las que marcan con ganas, móvil pegado a la mano con cianocrilato y una buena careta de contouring. ¿No os suena todo esto? A mí, sí. Son réplicas de las muñecas que hace un momento admiraba y con las que todas ellas seguro jugaban.

    No me gustan las jovencitas de hoy en día. Creo que me estoy haciendo viejo. No me gustan las jovencitas de hoy en día, pero tienen todo su derecho. El mundo efervescente ahora es de ellos, de los adolescentes que deben expresarse con libertad y sin miedo. No me gustan las jovencitas de hoy en día, pero quizá aún menos las del futuro venidero. Si ellas se parecen a las Bratz con las que jugaban de pequeñas a principios del nuevo milenio... ¿serán zombis, vampiros y otros seres medio-muertos las que jugaron hace menos tiempo?












Wednesday 22 November 2017

Phoebe Philo, nostalgia y fish and chips – ignorant. x VERRE



Ilustración exclusiva  JUAN MIGUEL GALERA



    Joaquina nunca vuelve a Madrid sin el salchichón que su madre le prepara. En una noche de vinos, Eusebio nos sedujo con lomo embuchado de su matanza familiar. Y tendríais que ver cómo el jamón ibérico revienta la maleta de Sara cada vez que regresa a sus islas adoradas. Contra la deslocalización, víveres de provincia –mientras escribo esto e investigo en la red, un anuncio de Joselito aparece en un portal de moda, ¿un poco espeluznante, no os parece?–. Todos saben que en casa está lo mejor. Lo envasan al vacío y, ¡ale!, plástico contra el paso del tiempo. Tiempo que, tras su letargo, acabará en boca, estómago, intestino y otros destinos. Nostalgia plastificada que se torna fugaz, tan eterna como efímera, tan triste como emotiva. Muchos jóvenes –y no tan jóvenes– jugamos a ‘ser mayores’, pero siempre escondemos un secreto: encapsulamos el tiempo y los sentimientos como cura para los anhelos y las añoranzas. ¡Drama!

    Phoebe Philo, la admirada cara visible de Céline, seguramente no será tan castiza como mis amigos. Tampoco tan dramática como este ignorante servidor. Ella siempre parece ‘The Quiet Woman’, calmada, serena y relajada. Pero ciertas lenguas avispadas quizá podrían asegurar que nunca sale de casa sin un paquete de fish and chips al vacío, bien guardados en el bolsillo. ¿Qué echas de menos, querida Phoebe? El pasado octubre, BoF encendía la llama. “Huele al final de una época”, le comentó un cazatalentos anónimo a Astrid Wendlandt, reportera del medio. Se refería, por supuesto, al futuro cercano de la señora Philo. Y, aunque desde el conglomerado de lujo LVMH –orgulloso propietario de la maison francesa– lanzan un contundente “negamos categóricamente ninguna partida inmediata de Phoebe Philo de Céline”, no han podido desmentir la otra cara de la moneda: la idea, según fuentes anónimas, de que se están llevando a cabo entrevistas, no sólo para sustituir a la celebérrima directora creativa sino también para reestructurar todo el equipo de diseño de la maison. La moneda cayó de canto.

    “Huele al final de una época” casi tanto como huele un paquete de embutido de mis amigos recién inaugurado. Pero, ¡cuidado!, a ver si de tanto jugar con la monedita y la comida se me va a manchar el ‘Tri-Fold’ de grasa. Que, por muy buena y muy de pueblo que sea, no le sentará nada bien a mi ansiado hallazgo de la marca. Será de segunda mano –o pre-owned, que suena más del momento, más in, más fab, más de todo-, ¡pero es un Céline! La firma, que nació en 1945 como una marca de zapatos para niños ideada por Céline Vipiana, ha sido siempre muy recelosa del medio digital, tanto en las redes sociales como en el ecommerce. ¡Conseguir una de sus piezas más allá de la boutique física se antojaba hazaña épica para las chicas de provincia! Pero aquella odisea se empezó a desdibujar gracias a la coolización del pre-owned que antes citábamos, término popularizado por la web francesa de compra-venta Vestiaire Collective, en la que numerosísimos Céline esperan dueño golosamente entre los cerca de 6 millones de potenciales compradores que el portal atesora –con un apabullante crecimiento de 170.000 nuevos usuarios al mes–. Un ejército de zapatos, bolsos, prendas y otros accesorios deseosos de encontrar nuevo hogar. Porque, si de algo sabe Phoebe Philo, es de crear piezas icónicas que generen deseo irrefrenable en cualquier punto del Globo. En otras palabras, nadie como la diseñadora para haber ideado verdaderas joyas a lo largo de sus nueve años al frente de la firma y conseguir que, aún hoy, parezcan inalcanzables para muchos, herméticas, lejanas, irresistiblemente mágicas.

    Ay Phoebe… tú y tu condición de semidiosa creativa; tú, que reflotas marcas históricas y embelesas a los seres más mundanos; tú, deseando, en verdad y en silencio, volar a parajes lejanos. Estén en las antípodas o al alcance de tus mágicas manos, varias pistas quizá nos hayas regalado. Tus colecciones saben últimamente a aventuras, a una libertad muy alejada del bullicio urbano de la capital francesa. Y, aunque sabemos que la diseñadora británica vive y trabaja desde Londres, entre los mapas, las túnicas marroquíes, las mantas de mercadillo, las reliquias y algunas alhajas, un mensaje quizá se nos escapaba: lluvia, lluvia y más lluvia mojada. Lluvia en forma de chubasqueros, gabardinas, ponchos y botas de agua. Nostalgia de su campiña inglesa, del rocío sobre la hierba fresca, del té con pastas. ¿Lluvia que parece lágrimas?

    No llores, Phoebe. Dicen también los más curiosos del sector que la lluvia limpiará tus lágrimas. Dicen, aguzando pensamientos que ya danzaban en muchas mentes espabiladas, que cambiarás la herencia francesa por la máxima expresión británica. Dicen que te marchas a reflotar Burberry, ¡y parece que todo cuadra! Allí no comerás chorizo, jamón o salchichón como Joaquina, Eusebio o Sara. Tampoco comté, quiche lorraine o foie con tostadas. Pero todos sabemos de lo que hablas: al final, la tierra llama. Mucha suerte, querida Phoebe; quizá, como dicen, Marco Gobbetti te espere en tu tierra patria. Suena emocionante, mi mente no descansa. Y, tranquila, todos sabemos que la nostalgia va y viene, la muy canalla. Si algún día echas de menos los manjares de épocas pasadas, pegamos un toque a Monsieur Bernard Arnault para que los envase al vacío y te los haga llegar directitos a la Gran Bretaña.