Wednesday 22 November 2017

Phoebe Philo, nostalgia y fish and chips – ignorant. x VERRE



Ilustración exclusiva  JUAN MIGUEL GALERA



    Joaquina nunca vuelve a Madrid sin el salchichón que su madre le prepara. En una noche de vinos, Eusebio nos sedujo con lomo embuchado de su matanza familiar. Y tendríais que ver cómo el jamón ibérico revienta la maleta de Sara cada vez que regresa a sus islas adoradas. Contra la deslocalización, víveres de provincia –mientras escribo esto e investigo en la red, un anuncio de Joselito aparece en un portal de moda, ¿un poco espeluznante, no os parece?–. Todos saben que en casa está lo mejor. Lo envasan al vacío y, ¡ale!, plástico contra el paso del tiempo. Tiempo que, tras su letargo, acabará en boca, estómago, intestino y otros destinos. Nostalgia plastificada que se torna fugaz, tan eterna como efímera, tan triste como emotiva. Muchos jóvenes –y no tan jóvenes– jugamos a ‘ser mayores’, pero siempre escondemos un secreto: encapsulamos el tiempo y los sentimientos como cura para los anhelos y las añoranzas. ¡Drama!

    Phoebe Philo, la admirada cara visible de Céline, seguramente no será tan castiza como mis amigos. Tampoco tan dramática como este ignorante servidor. Ella siempre parece ‘The Quiet Woman’, calmada, serena y relajada. Pero ciertas lenguas avispadas quizá podrían asegurar que nunca sale de casa sin un paquete de fish and chips al vacío, bien guardados en el bolsillo. ¿Qué echas de menos, querida Phoebe? El pasado octubre, BoF encendía la llama. “Huele al final de una época”, le comentó un cazatalentos anónimo a Astrid Wendlandt, reportera del medio. Se refería, por supuesto, al futuro cercano de la señora Philo. Y, aunque desde el conglomerado de lujo LVMH –orgulloso propietario de la maison francesa– lanzan un contundente “negamos categóricamente ninguna partida inmediata de Phoebe Philo de Céline”, no han podido desmentir la otra cara de la moneda: la idea, según fuentes anónimas, de que se están llevando a cabo entrevistas, no sólo para sustituir a la celebérrima directora creativa sino también para reestructurar todo el equipo de diseño de la maison. La moneda cayó de canto.

    “Huele al final de una época” casi tanto como huele un paquete de embutido de mis amigos recién inaugurado. Pero, ¡cuidado!, a ver si de tanto jugar con la monedita y la comida se me va a manchar el ‘Tri-Fold’ de grasa. Que, por muy buena y muy de pueblo que sea, no le sentará nada bien a mi ansiado hallazgo de la marca. Será de segunda mano –o pre-owned, que suena más del momento, más in, más fab, más de todo-, ¡pero es un Céline! La firma, que nació en 1945 como una marca de zapatos para niños ideada por Céline Vipiana, ha sido siempre muy recelosa del medio digital, tanto en las redes sociales como en el ecommerce. ¡Conseguir una de sus piezas más allá de la boutique física se antojaba hazaña épica para las chicas de provincia! Pero aquella odisea se empezó a desdibujar gracias a la coolización del pre-owned que antes citábamos, término popularizado por la web francesa de compra-venta Vestiaire Collective, en la que numerosísimos Céline esperan dueño golosamente entre los cerca de 6 millones de potenciales compradores que el portal atesora –con un apabullante crecimiento de 170.000 nuevos usuarios al mes–. Un ejército de zapatos, bolsos, prendas y otros accesorios deseosos de encontrar nuevo hogar. Porque, si de algo sabe Phoebe Philo, es de crear piezas icónicas que generen deseo irrefrenable en cualquier punto del Globo. En otras palabras, nadie como la diseñadora para haber ideado verdaderas joyas a lo largo de sus nueve años al frente de la firma y conseguir que, aún hoy, parezcan inalcanzables para muchos, herméticas, lejanas, irresistiblemente mágicas.

    Ay Phoebe… tú y tu condición de semidiosa creativa; tú, que reflotas marcas históricas y embelesas a los seres más mundanos; tú, deseando, en verdad y en silencio, volar a parajes lejanos. Estén en las antípodas o al alcance de tus mágicas manos, varias pistas quizá nos hayas regalado. Tus colecciones saben últimamente a aventuras, a una libertad muy alejada del bullicio urbano de la capital francesa. Y, aunque sabemos que la diseñadora británica vive y trabaja desde Londres, entre los mapas, las túnicas marroquíes, las mantas de mercadillo, las reliquias y algunas alhajas, un mensaje quizá se nos escapaba: lluvia, lluvia y más lluvia mojada. Lluvia en forma de chubasqueros, gabardinas, ponchos y botas de agua. Nostalgia de su campiña inglesa, del rocío sobre la hierba fresca, del té con pastas. ¿Lluvia que parece lágrimas?

    No llores, Phoebe. Dicen también los más curiosos del sector que la lluvia limpiará tus lágrimas. Dicen, aguzando pensamientos que ya danzaban en muchas mentes espabiladas, que cambiarás la herencia francesa por la máxima expresión británica. Dicen que te marchas a reflotar Burberry, ¡y parece que todo cuadra! Allí no comerás chorizo, jamón o salchichón como Joaquina, Eusebio o Sara. Tampoco comté, quiche lorraine o foie con tostadas. Pero todos sabemos de lo que hablas: al final, la tierra llama. Mucha suerte, querida Phoebe; quizá, como dicen, Marco Gobbetti te espere en tu tierra patria. Suena emocionante, mi mente no descansa. Y, tranquila, todos sabemos que la nostalgia va y viene, la muy canalla. Si algún día echas de menos los manjares de épocas pasadas, pegamos un toque a Monsieur Bernard Arnault para que los envase al vacío y te los haga llegar directitos a la Gran Bretaña.









Wednesday 8 November 2017

Burbujas y un amor de verano, según J.W.Anderson – ignorant. x VERRE




Ilustración exclusiva ALVAR ALCALDE




    A Lana del Rey le saben los bajos a Pepsi-Cola. Y no será porque un servidor los haya catado. La cantante –que, por cierto, vendrá a España el próximo abril de 2018– lanzaba semejante afirmación nada más abrir la boca en la canción ‘Cola’, parte de ‘Born to Die – The Paradise Edition’. Y, si nos guiamos por su viralidad, parece que la amiga se quedó con los labios burbujeantes, bebiendo refrescos para siempre en su paraíso del éxito. Pero el verano no dura eternamente y hay que saber decir adiós al bikini dorado, al centelleante bronceado, al amor de verano. Como si de una metáfora se tratase, su estrellato fue “nacido para morir”, flor de un día, boom, bang, ciao! Atrás quedó su momentazo, una popularidad apabullante que marcó una brevísima pero intensa época. La plebe, carne de decibelios y neón, ahora la recuerda sólo por un remix del 'Summertime Sadness'. Qué paradoja. Triste, como la nostalgia de ese apuesto varón al que amaste en verano. Ella misma lo decía: “you and I, we were born to die”. No sé qué habrá sido de aquel you, quizá se haya pasado al 7 Up; pero en lo que respecta al I, es decir, a la mismísima Lana, parecía más que olvidada. Y de repente, dulce y desafiante, nos vuelve a acariciar los oídos, susurrándonos un “It doesn’t matter because it's enough to be young and in love”.

    Más allá de estar en boca de todos, quizá Lana del Rey haya encontrado su sitio y prefiera fulminar intrusos desde su balcón antes que reventar listas de éxitos mundiales. Motivo que justificaría perfectamente su preferencia por la Pepsi-Cola; por lo vetusto del producto, quiero decir. Coca-Cola, por su parte, gana en popularidad y presencia en las mentes del consumidor –¡hay gente que hasta cocina pollo en salsa!–. Y las marcas de fast fashion se han apresurado a capturar el hype ofreciendo a sus ansiados millenials camisetas de promoción. Sí, de promoción. Porque a mí esas me las han regalado toda la vida en el bar del pueblo con una pelota hinchable o en la cola del cine, junto con una cantimplora. Pero no sólo los motores de lo mainstream como Zara, Pull&Bear o Bershka han tirado de camiseta del verano. El streetwear es carne de refresco, como evidencian las colaboraciones de Coca-Cola con Converse, Opening Ceremony o Herschel Supply, bien documentadas por Hypebeast; medio digital que hasta habla sobre los tres volúmenes, editados por la celebrada Assouline, dedicados a la relación del refresco con el cine, la música y el deporte. Asimismo, marcas aplaudidas en el sector del diseño y del lujo también cayeron, caen y caerán en sus redes. La página oficial británica de Coca-Cola da fe de las interpretaciones ideadas por Ashish o Sophia Webster. Incluso Marc Jacobs jugó sutilmente con los grafismos del logo –además de engalanar la versión 'Diet' allá por 2013–. Mucho verano. Mucha terraza. Calor, sudor, ¿bailando reguetón? Bueno, suene la música que suene, Coca-Cola en mano. Ahora es el turno de J.W.Anderson.

    Su colección masculina de Primavera/Verano 2018 hizo uso de la iconografía del refresco más famoso de todos los tiempos para decorar pantalones, camisetas, bolsos y otros apliques. Llámenme ignorante –al fin y al cabo, ya lo reza el título de esta sección–, pero aquello me pareció un evidente ejercicio de merchandising y búsqueda de prendas gancho. Muchos plebeyos analizaremos cada una de las salidas del desfile y, sin duda, soñaremos con ir vestidos de esta o aquella guisa en la próxima escapada veraniega prevista en nuestra agenda. No lo negaré, algunas de las prendas tienen el potencial para convertirse en básicos de la marca. ¿Pero no estaba ya para eso la colaboración con Uniqlo? Jonathan Anderson –que parece gozar de una amistad con Coca-Cola muy similar a la de Marc Jacobs– siempre ha demostrado ser retador, un verdadero transgresor. Y, hablando de imagen masculina, su excelencia no ha conocido límites. Según palabras del diseñador a Sarah Mower, de Vogue Runway: “Creo que esta ha sido la primera temporada en la que me he probado todo. Ha sido como volver a mí mismo”. La periodista debate su opinión entre extremos, según asegura en el review de la colección, presentada en Florencia bajo el amparo de Pitti Immagine. Y no sólo ella duda, sino que, por lo visto, fue tema de discusión hasta altas horas de la madrugada entre los entendidos del sector. No es de extrañar que las mismas cuestiones pululen por las mentes de muchos. ¿Ha tocado techo la marca J.W.Anderson como motor del cambio para comenzar su estrategia comercial en brazos del capitalismo devorador? “La facilidad de lo corriente, juzgada por el modo en que casi todos los asistentes a los desfiles [de Pitti] vestían, es una tendencia avant-garde a la espera de que alguien venerado como Anderson la declare correcta”, remata Sarah Mower en su crítica. Y, añado yo, ignorante pero atrevido: no sólo la declare correcta sino también cool. Pensé que los penes colgantes y otros caramelitos para no-pudientes tendrían cuerda y tirón autónomo para tiempo… pero me equivoqué. La marca está cambiando, quizá como símbolo del momento.

    Enfriando la mente y poniendo pies en polvorosa, llego a la conclusión de que a lo mejor a Jonathan le ha pasado lo mismo que a Lana, que estar en la cresta de la ola tanto tiempo es agotador. Mejor observar a los surfistas –cachondos– desde la arena, con una buena Coca-Cola en mano. O quizá se haya enamorado y ya no quiera ser la rara del campamento. Mejor optar por una camiseta, chinos y flip-flops. Que de encajes, volantes y coronas de Geomag dicen que te quedas para vestir santos. ¿Beberán Coca-Cola en el Vaticano?